Ya No Estoy Aquí: Review. Primera parte.

junio 14, 2020


Primero que nada, quiero darles la bienvenida al primer posteo de nuestro blog. Estamos muy contentos de poder empezar este proyecto y nos haría mucha ilusión que a ustedes les gustase también. Hoy queremos introducirlxs al análisis de la producción mexicana estrenada en Netflix; Ya No Estoy Aquí. De la mano del director y guionista Fernando Frías.


Este filme, estrenado en la famosa plataforma de streaming, es el segundo escrito y dirigido por este talentoso director, que demuestra tener un gran potencial a la hora de contar historias cautivantes. Y si bien le falta pulir su estructura narrativa y su estilo, definitivamente da de que hablar. Por lo que dividiré esta reseña en dos partes; una sin spoilers, y otra dirigida a quienes ya hayan visto la película y estén interesados en profundizar un poco más en los aspectos técnicos y narrativos, el cual será subido el miércoles en un post aparte.

Sin más dilación, ¿de qué trata Ya No Estoy Aquí? Nos ubicamos en Monterrey, ciudad de México. Ulises es un joven taciturno y líder de una pandilla denominada Los Terkos, quienes los une un movimiento contracultural conocido como Kolombia, o cholombiano; cuyo estilo destacaba no solo por sus particulares vestimentas y peinados, sino su música y baile, la cuál se basaba en cumbias rebajadas provenientes de distintos países latinoamericanos, pero que sobre todo utilizaba vallenatos colombianos.

Desafortunadamente, el apogeo de estas pandillas nace al mismo tiempo que el narcotráfico comenzaba a expandirse a lo largo de los barrios regios y se aprovechaba de estos mismos grupos de jóvenes marginados para perpetuar el negocio y la violencia. En este contexto, Ulises se ve involucrado en un ataque entre dos bandas del narcotráfico, y es obligado a dejar toda su vida en Monterrey para huir a la ciudad de Nueva York, donde deberá comenzar desde cero en un barrio no mucho mejor que el suyo. Sin embargo, mientras más ahondamos en esta historia nos vamos dando cuenta que estos rasgos políticos y sociales no son más que una subtrama en un tema mucho más universal; la identidad. El desarraigo. El sentimiento de pertenencia… el no encajar.

Ulises, de tan solo 17 años, debe construir una nueva identidad en una sociedad con una cultura totalmente diferente a la suya, y a la que le tiene cierto desprecio. Como menciona la película, él pertenece a los Terkos, y haciéndole honor a este término, se mantiene firme a su actitud, estilo y personalidad. Uno no puede ser alguien nuevo, sin destruir primero lo que era. Y para Ulises cambiar nunca fue una opción. Ahora tendrá que aprender a adaptarse, o arriesgarse a volver a una ciudad que poco a poco es consumida por la violencia. Su identidad lo acompaña a lo largo de su estadía en Estados Unidos, cosa que se hace ver mayormente a través de los colores de la bandera de México, o de este reproductor de música que una de los miembros de su grupo le regala justo al principio de la película, y que utilizara a lo largo de la misma para escuchar la música que ahora tanto le recuerda a su hogar. Pero a pesar de su esfuerzo e intentos por permanecer igual, el mundo constantemente le recuerda que él ya no está en Monterrey, y que de hecho, su hogar como lo recordaba ya no existe.

Y de repente, en un contexto de aislamiento y soledad que comienzan a ser asfixiantes, conocemos a Lin, un personaje que parece ser la bocanada de aire que Ulises necesita para por fin compartir su identidad y todo lo que la conforma, alguien con quien, a pesar de las trabas que supone el no hablar el mismo idioma, se interesa por él y le deja ser el mismo. Hasta que las cosas se tornan hacia el otro lado, y ahora es su turno de adaptarse a ella, o abandonar en el intento.

 Ya no estoy aquí: explicación del final de la película de Netflix ...

¿Por qué verla?

Ya No Estoy Aquí posee numerosos aspectos que la hacen una pieza recomendable. Desde lo bien que retrata un movimiento contracultural prácticamente irreconocible para el mundo fuera de México, hasta como desarrolla los temas de la identidad, el desarraigo y la nostalgia. Es una película que sabe explotar los recursos que tiene a su disposición para crear sensaciones de melancolía alrededor de una propuesta que no es necesariamente estética. Ulises no extraña vivir en las hermosas calles de Francia, ni pretende recorrer la ciudad de Londres bajo la lluvia. Él vive en un barrio bajo, marginal, donde además lo amenazan de muerte. Un lugar del que la mayoría de nosotros quisiera huir. Mas él no. Mediante su baile, y su música, revoca imágenes de su pandilla de Terkos bailando, riendo, disfrutando en las calles de un barrio marginal. El recurso de la narrativa paralela entre el pasado y el presente se utiliza con el mismo fin; mientras más aprendemos de la vida del protagonista y su relación con él entorno, más nostalgia sentimos cuando lo vemos perdido y desamparado, vagando sin poder comunicarse.

Filmmaker Fernando Frías on His Netflix Film 'I'm No Longer Here'

Y eso último es un elemento importante que no debe pasar desapercibido. La barrera idiomática no es una consecuencia sin fundamentos, sino que funciona como una hipérbole para demostrar la dificultad del personaje para ser él mismo fuera del entorno de su hogar. Si bien lo que sucede en el filme, el tener que huir de tu lugar atravesando la frontera, es una realidad que se vivió y vive en México; cuando se trata de Ulises, el no hablar el inglés funciona como un recurso narrativo que representa de una forma literal su incapacidad de comunicarse con gente diferente a él. A excepción de Lin, quien se esforzará por conocerlo a pesar de ese obstáculo, incluso cuando él pareciera no poder o no querer hacer lo mismo por ella.

Pero, dejando de lado la sinopsis de la película, un aspecto muy favorable es que, como mencioné antes, trata un tema que es universal. Da igual que seas un cholombiano o una persona introvertida a la que se le dificulta hacer amigos, o un extranjero que acaba de llegar a un nuevo país, como es mi caso. Comunicarse y hacerse entender a veces puede ser difícil, incluso hablando el mismo idioma. Y es un tema que Frías sabe manejar bastante bien en este filme, lo hace a través de planos desencajados y largas escenas donde los personajes intentan entablar una conversación usando señas además de palabras.

                

Y puede que la película tenga sus fallas, pues posee una narrativa que llega a ser confusa en algunas partes, especialmente durante el segundo acto. Y quizás podría haber explotado más la relación entre el protagonista y Lin, cuyo arco tiene un cierre anticlimático cuanto menos. Pero ninguna película es perfecta, ni tampoco creemos que aspiren a serlo; tiene un mensaje que expone con claridad y, para ser apenas el segundo largometraje realizado por el director, con talento. Tiene planos muy bellos, como el final, donde la fotografía resalta muchísimo, sumado a la importantísima relación que mantiene con la música y los sonidos, y que hacen a la película muy amena de ver. Por lo que espero ver más trabajos tanto del director, como de México, el cual tiene aún muchas historias por contar.

Sin mucho más que decir, espero que hayas disfrutado leyendo, y que te impulse a ver este gran filme ya disponible en Netflix. Te espero el miércoles para la segunda parte de este análisis, donde nos sumergiremos en alguna de las escenas y desglosaremos las características y recursos que se utilizan, además de hablar sobre la polémica que ocasionó en Monterrey. ¡Gracias, y hasta la vista!


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